
Con sus cabellos
muy negros,
llegó una noche Alejandra.
Iluminando mis sueños
y dando color al alba.
Ojos alegres,
vivaces,
tiene mi niña amada.
Manitas de miel de abejas
y en su boquita de grana
la sonrisa que me augura
una feliz temporada.
El sol de junio, esa noche,
yo robé para mi niña.
Tomé prestada la luna
y las estrellas más finas.
El mar, amigo entrañable,
en un susurro de paz,
me demostró, desde entonces,
el camino a transitar.