domingo, 17 de mayo de 2009

"Llegar al medio siglo"

Este 16 de mayo, mi humanidad llegó a la media centuria.Cincuenta años que pueden parecer un largo periodo de tiempo, pero en realidad representan un fugaz chispazo de vida.

Amanecí muy temprano para poder disfrutar la belleza de los cerros del Ávila, con su neblina y las nubes tan altas que se entremezclan con el lomerío verde. Parque Nacional, pulmón de Caracas...

Espectáculo majestuoso que como tesoro, cobija esta urbe donde se fusionan riqueza y pobreza extrema, alegría revolucionaria y odios opositores, pero sobre todas las cosas, donde coexisten seres maravillosos, que más allá de sus diferencias personales, intentan regalar al país una mirada nueva y optimista, con otras perspectivas de integración a través de aquello que mejor conocen y saben hacer: "Su arte"

Y es que artistas son todos estos jóvenes y no tan jóvenes, con los cuales he podido relacionarme en los últimos meses que llevo visitando Caracas. Hombres y mujeres en los que destaca la jocosidad del latino y el increible talento natural, que los define como artesanos de vida.

Porque arte hay en la actitud del vendedor de la prensa, o en aquellas mujeres que bajo sombrillas proponen al caminante diversidad de productos y que aquí denominan "buhoneros".

Artistas son los malabares callejeros, que entre el tráfico de carros, ofrecen su rústico arte, en espera de que algún ser compasivo les de algo de dinero para comer.

Me ha resultado doloroso conocer la miseria en que aún subsisten muchos hombres y mujeres en este lado del planeta.Por primera vez, en mis 50 años de existencia, he visto mendigos y vagabundos durmiendo bajo puentes o tirados sobre cartones en las aceras.Imagenes que en mi Cuba, esa que por más de 50 años ha sufrido un bloqueo económico inclemente e inhumano, nunca antes vi a pesar de la pobreza.

Pero Caracas, y todo el territorio que representa como ciudad capital, acoge a muchos otros actores de vida, que entre dificultades y contradicciones son capaces de levantarse y buscar la luz de los nuevos tiempos apoyando cambios y decisiones que innegablemente, aportan un respiro y un cambio radical en su futuro.

(Indígenas de la etnia Wayuu aprenden a leer y escribir con la mision Robinson)









(Trabajadores sociales en trabajo voluntario)

Por eso, llego a mis cincuenta años, y siento que aún me queda mucho por hacer. Hay tantos y tantas que esperan porque les tiendan la mano..., son tantos los que necesitan un trato humano y el reconocimiento social...

Mucho camino he de andar todavía, y estoy segura que desde mi humilde profesión, mucho podré aportar a esa humanidad desposeída, a la cual intentan mantener aislada, en su afán discrimanatorio los burgueses y sus acólitos.

Son cincuenta años, sí. Y me considero dichosa de haber nacido en un año que marcó historia en mi patria y el mundo. Mis ojos, verde olivo como el uniforme rebelde, vieron la luz primera en la capital de la mayor de las islas del Archipiélago cubano, y crecí con una revolución, donde no niego que existieran errores, pero sus aciertos han sido tantos, que agradezco eternamente a mis padres las condiciones de mi nacimiento.

La vida me premió con buenos amigos, con una pequeña y especial familia, y con una hija hermosa, rebelde y luchadora, con los mismos sueños de justeza y solidaridad revolucionaria que siempre tuvimos sus padres. ¿Puedo pedir más?...

Dicen que la felicidad no existe...y no es menos cierto, que a veces, nos toca vivir momentos tristes, porque la vida, también trae consigo situaciones que nos retan a encontrar fuerzas para seguir adelante.

¿Por qué, si hay tanto por hacer, ternura y amor para compartir, se puede ser infeliz?...

Sólo los egoistas son retorcidos e infelices.!Pobre de ellos...! El odio y las envidias, los vuelven desdichados, al punto, de perder la capacidad de amar al prójimo. Los rencores de clase no los dejan valorar la belleza de las buenas acciones.

Es por eso que anoche, aunque extrañé a los amigos de Cuba y los seres queridos que he dejado allá, mi Alejandra y sus amigos, me hicieron sentir que cualquier lugar donde prime el afecto y el calor humano, pueden ser el paraiso terrenal. No hacen falta lujosas veladas y surtidos buffets.Caracas, me abrazó este 16 de mayo del 2009 y repito, aunque tal vez me hubiera gustado sentarme en mi malecón habanero y mirar como el sol se pone en el horizonte; desde un pen-house, en la Florida, este, mi cumpleaños 50, me permitió disfrutar y compartir el calor de jóvenes bailarines y artistas que también forman parte de la nueva mirada de Venezuela.

Mirada donde no sólo las misiones hacen revolución, pues con el buen arte y la cultura, los pueblos también de algún modo, apoyan y defienden los cambios que todos merecen.

Fotos: Franklin Reyes/J.Rebelde y archivo personal.

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